El estereotipo de gangster italoamericano es siempre una figura de un hombre alto, guapo, con buena planta, extremadamente elegante, alguien que se hace respetar, alguien que atrae todas las miradas. Existen cientos de películas americanas, incluso series, que siguen este estilo, y que lo explotan para atraer al público, como la propia El Padrino, Uno de los nuestros, Muerte entre las flores, Scarface, Érase una vez en América, Casino, la serie exitosa de la HBO, Boardwalk Empire o la inmortal Los Soprano, todas ellas tienen a un protagonista que presume ser el jefe de la familia, de la mafia, un hombre con presencia, con traje y sombrero, con bellas mujeres y grandes lujos.
Sin embargo, cuando hablamos de mafia y su representación en la ficción no podemos olvidarnos de las raíces del crimen organizado, entre ellas la camorra napolitana, y su representación en la película italiana Gomorra, inspirada en hechos reales. En este caso la figura de la mafia es algo distinta, son barrios marginales que denotan una clase social más baja y la elegancia de sus integrantes dista mucho de destacar en este caso. Con la Camorra vemos, que no todos los gangster son como Hollywood lo pinta.
Con estos ejemplos podemos entender por qué el cine nos bombardea con películas basadas en estereotipos de italoamericanos, mientras que pocas películas italianas sobre la mafia llegan convertirse en famosas.
En definitiva, lo que el público pide es ver a alguien elegante, al que admirar, aunque sus acciones no casen con el modo de vida de la mayoría, pero se trata de, una vez más, atractivo visual, lo que vende en una película.
Un Don no lleva bermudas (Los Soprano, HBO)